Impuesta por la pandemia, la modalidad remota de trabajo parece empeñada en quedarse para siempre. Muchos de los que disfrutaron de realizar sus tareas desde su hogar, hoy añoran volver a interactuar con compañeros y jefes. Pros y contras de la oficina en casa.
ELLE por Silvina Ocampo
¿Cómo olvidar aquellos días en los que soñábamos con trabajar desde casa? Esos momentos en los que, en medio de un terrible embotellamiento en el microcentro o sentados en una diminuta oficina sin ventanas, nos preguntábamos cuán felices seríamos haciendo nuestras tareas en el living y ¡en pantuflas! El deseo se volvió realidad. Hoy, según una encuesta de Adecco Argentina, somos 3 millones los argentinos que cumplimos con las jornadas de manera remota. Pero, para ser honestos, la experiencia no resultó tan placentera como esperábamos. Con poca preparación, nada de infraestructura y el aditivo de que también los chicos tuvieron que estudiar de manera virtual, el home office se volvió una vivencia poco agradable. El motivo, sin dudas, es que a la obligatoriedad de aceptar la nueva modalidad se sumaron las restricciones que, Covid-19 de por medio, todos sufrimos: aislamiento total durante gran parte de 2020 y parcial en lo que va de 2021.
METAMORFOSIS DEL HOGAR
Allá por marzo del año pasado, pensábamos que la cuarentena duraría algunos días, serían como unas vacaciones largas… pero no. Muy pronto, el living de la mayoría de los hogares mutó en oficina, escuela, gimnasio y hasta bar para reírnos con amigas. “Más allá de comer y dormir, nuestra casa se transformó en el centro de actividades”, entiende Mariela Mociulsky, fundadora y CEO de Trendsity, consultora de investigación, innovación y análisis de tendencias sociales y culturales. “Trabajo, estudio, compras, ocio, ejercicios, todo sucede bajo el mismo techo y nos obliga a replantear espacios, crear nuevos y revalorar los exteriores. Lo estético y la comodidad como valores adquieren centralidad”, resalta. Y es la psicoanalista y psicopedagoga Marcela Alstchul quien pone sobre la mesa las enormes diferencias entre un home office planificado y el que vivimos en el marco de una pandemia. Este último generó más estrés y desbordes que satisfacciones. “Con la cuarentena, los trabajos tal y como los conocíamos quedaron en stand by. Todo se detuvo y requirió una reacomodación forzosa que implicó una capacidad de adaptación.” Esto trajo aparejado dificultades que impactaron en la salud psíquica y física de muchos: estrés, insomnio, ansiedad, sedentarismo, obesidad. “Se genera un continuado. A las personas les cuesta registrar cuándo terminar de trabajar. Se alteran todos los ritmos, fundamentalmente el del sueño. Y si bien estamos agotados, nos desvelamos. ¿Por qué? Porque cuando nos sentimos rendidos, uno no descansa bien. El gran nivel de cansancio desemboca en un sueño profundo que dura demasiado poco; enseguida sobreviene el insomnio o el desvelo. Para dejar entrar el sueño hay que relajar el control. Y a muchos de los que trabajan en casa eso se les está haciendo sumamente difícil”, puntualiza Alstchul. Ni hablar del sedentarismo. Antes de la pandemia, tal vez no eran muchos los que hacían alguna actividad física, pero para llegar hasta la oficina había que moverse, en algunos casos caminar y tomar varios medios de transporte. También se salía a reuniones, se subían y bajaban escaleras… El trabajo en casa fue -y es para muchos- levantarse de la cama, avanzar unos pocos pasos y sentarse frente a una computadora por ocho o diez horas seguidas. Algo nada sano. “Si bien durante el primer año de cuarentena, mucha gente se volcó a hacer clases de gimnasia por internet, esto se fue relajando”, suma Alstchul, y agrega: “Definitivamente es algo que hay que retomar, ya que la actividad física regula nuestro estado de ánimo”.
BENEFICIOS SEGÚN LA EMPRESA
Claro que cada compañía se encontró más o menos preparada para enfrentar esta situación, ofreciendo a su gente infraestructura y beneficios tanto laborales (computadoras y hasta sillones) como de salud (tutoriales para hacer actividad física y charlas sobre el manejo del estrés). Accenture, con 537.000 empleados en el mundo y 10.000 en la Argentina, ya venía trabajando con un esquema de home office dos veces por semana. Para ellos, el cambio repentino no fue complejo. “Sabemos que en estado de cuarentena no es lo mismo que en la normalidad”, explica Georgina Barrán, líder de Inclusión & Diversidad de Accenture Argentina. “Entendemos que esta situación puede generar sobrecargas emocionales. Todos nos encontramos en un entorno de constante cambio e incertidumbre. Pero si hay algo que tuvimos siempre claro fue la necesidad y responsabilidad de estar a la altura de las circunstancias ayudando a desarrollar ‘resiliencia humana’. Es decir, la habilidad de adaptarse y comprometerse en momentos difíciles”, añade. En este tipo de empresas se implementaron una serie de beneficios orientados a acompañar emocionalmente a las personas en tiempos de aislamiento: “Pusimos a disposición de nuestros colaboradores actividades de wellness diarias, como meditación, pausas activas, yoga, estiramiento y clases de baile”, enumera Barrán. “Además, encuentros virtuales con profesionales de la salud y el deporte que comparten consejos. En muchos casos, en estas actividades se invita a las familias a unirse, especialmente a los niños, con un triple objetivo: involucrar a todos en las acciones corporativas, proveer de entretenimiento a los más chicos y promocionar en ellos prácticas saludables.” No obstante, no todos los lugares tienen tan desarrollado lo que suelen llamar employee experience o la capacidad de brindar tantos beneficios. Por otra parte, hay situaciones como los almuerzos de trabajo y los after office que son irreemplazables. Las que pasaron a la modalidad remota, una de las cosas que más extrañan es la sociabilidad. La soledad pasó a ser contundente en esta etapa de aislamiento. Es la misma importancia que tiene la presencialidad en las escuelas: se puede trabajar y estudiar desde casa, pero la chispa que se da cara a cara es única. Así lo explica Mariela Mociulsky: “Creo que hay algo de la creatividad y la sinergia de las personas físicamente juntas que difícilmente se pueda reemplazar”. Un mejor ejemplo de adaptación empresarial nos lo da María, que tiene una PyME que se dedica a la investigación genealógica: “Primero que nada, implementamos un sistema de gestión con el que pudiéramos interactuar juntos de manera online y digitalizamos todos los documentos. En cuanto a los insumos, tratamos de darles a nuestros empleados la computadora y las sillas que utilizaban en la oficina. Algunos nos lo pidieron y otros prefirieron usar lo que tenían en su casa. La idea es mantener esta modalidad, sumándole un espacio físico de coworking para reuniones puntuales y con nuestros clientes”. Por su parte, Magdalena, que con 25 años se desempeña en una empresa con 5000 empleados, puntualiza lo que significó el cambio de modalidad en su vida. “Ahora tengo más libertad para realizar trámites personales, me concentro mejor y hasta me volví más eficiente. Pero desde que estoy en casa hay una mayor demanda de trabajo, me cuesta arreglarme si es que no voy a participar de ninguna reunión por zoom y extraño mucho la sociabilidad con mis compañeros.” En esta empresa también se cubren todas las necesidades como computadora, silla ergonómica, acceso a internet y hasta membresía en gimnasios online. La migración forzosa no dejó a nadie indemne. Tanto empresas como empleados se vieron afectados. Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), unas 40.000 compañías cerraron sus puertas durante 2020 y hay entre 20.000 y 40.000 en situación de riesgo, y los centros financieros hoy lucen prácticamente abandonados. “Las compañías poco a poco han ido contemplando todos los recursos para que sus equipos puedan trabajar con la tecnología necesaria”, expresa Mariela Mociulsky. “Igualmente, todavía falta para llegar a ser óptimo; no todas lograron esta transformación en tiempo y forma, y el continuo contexto de incertidumbre no colabora”, señala. Y la psicoanalista Alstchul se anima a denunciar que en numerosos casos la adaptación de las empresas al home office se hizo a costa de la salud psíquica de los empleados. “La sensación de mayor productividad, muchas veces se da en desmedro del trabajador, que no tuvo pausas y dedicó mucho más tiempo a su tarea. Hubo gente que trabajó el doble de lo que debía. Y también sucedió que, ante la falta de contacto con otras personas y la imposibilidad de salir, algunos seguían trabajando porque no tenían otra alternativa mejor. Este año es fundamental cuidarnos psíquicamente.”
DONDE SE VIVE NO SE TRABAJA
Es lo que siente y vivenció Andrea. “En mi caso, la obligatoriedad de seguir trabajando en casa se convirtió en un verdadero drama”, explica, y profundiza: “La empresa no nos ofreció ningún tipo de infraestructura, a no ser que lo exigiéramos. Tuvimos que movilizarnos nosotros para ir a buscar una silla mejor. Ni hablar de que la carga horaria se multiplicó. Todo se volvió más difícil. Los grupos de videollamadas al principio se vivían cayendo y la conexión no era eficiente para entendernos. Vivíamos cambiando de herramientas: del zoom al team… y todo eso insume tiempo. Además, nuestras casas no estaban preparadas para tener un espacio que sirviera de oficina: la mayoría sacrificó el living sin ningún tipo de retribución del empleador. Nuestros gastos de luz, internet y limpieza; ahora todo corre por nuestra cuenta. Para colmo, como la empresa fue golpeada por la pandemia, todo el tiempo vivimos con el miedo de perder nuestro trabajo. Esto me produjo dificultades para dormir y una ansiedad que me obligó a consultar a un profesional”, cierra tan indignada como preocupada. Es una realidad que, ante la crisis económica generalizada, existen compañías que se beneficiaron a la hora de dejar de pagar abultados alquileres de oficinas, más los gastos fijos y hasta los viáticos tanto de traslados como de almuerzos. Este dinero, en algunos casos, no se vio invertido en empleados, que terminaron absorbiendo esos gastos y comprando mejores escritorios para sus casas, servicios de internet más veloces y encuentros virtuales con psicólogos para manejar el estrés que les produce trabajar puertas adentro. La precariedad laboral en algunos casos se agravó y reclama una pronta recomposición.
EL SECRETO DEL ÉXITO
Ya lo decíamos, la pandemia nos afectó a todos. Hubo rubros que se vieron directamente golpeados, otros que se mantuvieron sin cambios y algunos que fueron beneficiados. El trabajo remoto logró mantener empresas a flote y fue una manera de que muchos pudieran seguir cumpliendo sus funciones. Claro que para que todo avance tiene que haber armonía y consensos. “Nuestro plan es volver al sistema mixto en cuanto se pueda. Valoramos la cultura que se genera presencialmente en la oficina; creemos que es allí donde se conciben las ideas más creativas”, dice Barrán. Para Mociulsky, esto también puede ser una oportunidad de crecer: “Con la llegada del Covid-19, el mundo entró en una estresante y veloz carrera por adaptarse al trabajo remoto, para evitar más pérdidas y para no hundir más la economía mundial. A más de un año, y ante un escenario crítico, se mantendrá la propuesta de un blend de presencialidad y virtualidad. Esto marca una realidad diferente, donde los aspectos que daba el ir todos los días se irán resignificando con dinámicas laborales. Y en este nuevo mundo, no tengo dudas de que la economía colaborativa va a crecer”. Cuando finalmente dejemos la pandemia atrás, el desafío para todas las empresas será recuperar la presencialidad y a la vez mantener los días de home office. La modalidad híbrida será la nueva clave del éxito.