Si el aislamiento puso en evidencia -como nunca- la relevancia invisibilizada de las tareas de cuidado en el hogar, casi inevitablemente esto se traduce en una resignación para ellas y sus propios compromisos, vimos en nuestros estudios que una de cada cuatro mujeres evaluó resignar actividades de formación o reducir su horario laboral.
ÁMBITO por Mariela Mociulsky
La brecha digital visibilizó otras brechas que anidan en los hogares. En la Argentina, en el primer trimestre de 2020, el promedio de participación económica de las mujeres era de cinco mujeres cada 10 hombres, y en el segundo trimestre, con una cuarentena más cerrada, hubo una caída de 5 a 4 mujeres trabajando según datos de CIPPEC.
En una situación de crisis como fue la pandemia, la tendencia fue volver la organización más tradicional de los roles de género, basados en las diferencias biológicas, las mujeres al cuidado del hogar, de los hijos y de los adultos mayores y los hombres más preocupados por mantener el rol de proveedores.
Aunque hoy se comparten más estos roles, durante los momentos de aislamiento las preocupaciones se distribuyeron de un modo más tradicional. A lo largo de la historia de la humanidad, grandes hitos como las Guerras Mundiales o las pastillas anticonceptivas, y las luchas por lograr igualdad de derechos y oportunidades, impulsaron cambios y una evolución en el rol de las mujeres tanto en el ámbito público como en el privado. En la actualidad vemos que a pesar de los avances, prima una dinámica más tradicional dentro de los hogares que la pandemia reforzó.
¿Por qué? Porque el cambio siempre genera miedo y, en una situación crítica, cada uno recurre a sitios conocidos, familiares: los hombres más preocupados por el desempleo, por seguir siendo los sostenes de los hogares y las mujeres atentas a la alimentación, a las tareas de los hijos. Si bien los hombres cada vez ayudan más (como se vio en la campaña publicitaria multi premiada “Los ayudadores”) no es lo mismo “ayudar” que compartir las responsabilidades.
Si el aislamiento puso en evidencia -como nunca- la relevancia invisibilizada de las tareas de cuidado en el hogar, casi inevitablemente esto se traduce en una resignación para ellas y sus propios compromisos, vimos en nuestros estudios que una de cada cuatro mujeres evaluó resignar actividades de formación o reducir su horario laboral.
Sabemos que todavía hay diferencia en la cantidad de mujeres y hombres en posiciones de liderazgo, también en los salarios que perciben los hombres y las mujeres por las mismas tareas. Aún en los mismos cargos e igual o más calificadas que los hombres, las mujeres cobran alrededor de un 30 por ciento menos que sus pares varones. Y en los cargos de mayor jerarquía, el techo de cristal persiste ya que siguen siendo minoría: sólo 2 de cada 10 puestos de máxima decisión están ocupados por mujeres.
Pero a esto hay que agregarle otra dimensión de análisis: el temor a fallar con lo que socialmente se supone que es el modelo que deben seguir las mujeres. Ser o no “buenas madres” siempre fue un imperativo social importante y este mandato es lo que ahora se está cuestionando. Vemos que en las nuevas generaciones, o bien se retrasa la edad para tener hijos o se tienen menos hijos por familia porque las mujeres también están priorizando su tiempo para su preparación o carrera laboral. Las dificultades sufridas por las madres durante la pandemia intensifican estas decisiones en Millennials y Centennials especialmente..
Las redes están ayudando a visibilizar este “lado b”. En su momento la publicidad de Mamá Lucchetti fue muy disruptiva mostrando a mamá sin ganas de lavar los platos o de escuchar a los hijos, y justamente este tipo de publicidades fueron muy valoradas por animarse a mostrar una realidad que no coincide con la imagen idealizada de las madres. Para la publicidad fue todo una disrupción porque siempre se mostraba a la mujer como madre – ama de casa, objeto de deseo, cariñosa, amable, paciente, servicial y eso no es lo que sucede en la realidad.
Hoy podemos ver que desde cuentas de Instagram o TikTok, las mujeres comparten aspectos de la maternidad que socialmente no se compartían, miedos, angustia, cansancio. Se puede reconocer que la maternidad, si bien es fuente de orgullo, felicidad y es un hito muy esperado, no todo es felicidad y hay muchos momentos de desesperación, de depresión, de tristeza, de sentir que no se puede. Este compartir “el lado B” desde una visión de “par” es una vía de escape, de contención, de poder sentirse en igualdad de condiciones con otras madres.
Fundadora y CEO de Trendsity y Presidenta de SAIMO
Para ver la nota completa: https://www.ambito.com/opiniones/mujer/entre-roles-tradicionales-y-el-lado-b-la-maternidad-n5299479