Una reflexión sobre la maternidad y las exigencias culturales respecto de la crianza
INFOBAE por Mariela Mociulsky
En el marco del Día de la Mujer vuelven a escena ciertos debates sobre los roles más tradicionales, los que se resignifican, los mandatos nuevos y los que vienen de arrastre. Una ola que también trae a la orilla las ambivalencias propias de estos tiempos inciertos. La mujer- madre- cuidadora ya atravesó muchas otras fronteras hacia distintos terrenos. Y hoy se debate frente a sentimientos encontrados, donde coexisten emociones opuestas. La maternidad, por ejemplo, protagoniza una de las escenas de estas contradicciones. Por sí o por no, es un tema clave.
Romantizada, la mujer que se plantea el desafío de la maternidad asume, al mismo tiempo, el lado B de la experiencia. De acuerdo al estudio impulsado por Trendsity, las mamás argentinas tienen poco espacio para compartir esta montaña rusa de sensaciones. Las buenas y las más difíciles, donde no faltan noches agotadoras y angustia por el “baby blues”, un término que define la soledad posparto que manifiestan muchísimas mujeres y que resulta un tema tabú en muchos casos.
En este contexto, llega otro 8M con sus consignas renovadas. En los últimos tiempos se viralizó la frase “no se habla de los cuerpos ajenos”, instalando en la conversación el término Body Shaming. El concepto hace referencia al bullying mediático que pone la lupa en alguna característica corporal para ridiculizar o humillar. La (mala) práctica desnuda a otra crítica que cada vez gana más terreno y se naturaliza, sobre todo, entre mujeres que decidieron ser mamás.
Se trata del “Mom Shaming”, también conocido como el “Teta Shaming”, utilizado para opinar sobre aspectos de la crianza. ¿Sentís que tenés que explicar por qué portear al bebé todo el día? ¿Cuántas veces explicás los beneficios del colecho? ¿Estableciste horarios fijos para el sueño? ¿Por qué no le ponés medias a la criatura?
Los mil y un cuestionamientos. Las mil y una miradas de desaprobación. Sometidas a consejos que no pidieron, rendidas ante mandatos ancestrales que aún suenan fuerte o dedicadas a ser las mejores mujeres del mundo, muchas mamás argentinas navegan buscando un salvavidas que les permita disfrutar el tan ansiado “mejor estado del mundo”.
De acuerdo al estudio impulsado por la consultora de tendencias Trendsity el mes pasado, el 73% de las madres argentinas con bebés de menos de 9 meses admite sentirse presionada por sus propias exigencias respecto de la crianza, mientras que el 67% manifiesta contar con poca libertad y limitada en su vida cotidiana. La tendencia es mayor entre aquellas que no contaron o no cuentan con la participación del padre en la alimentación y crianza de sus bebés (75%). La encuesta es de alcance nacional de 400 casos totales, e incluyó las opiniones de 300 madres y 100 padres con bebés de hasta 9 meses.
Ambivalencia afectiva
Ser o no ser la mejor o peor mujer-mamá-trabajadora exitosa se convirtió en un tema que escaló en redes sociales, al punto de hacer más difícil la decisión de tener o no tener hijos. Tanto médicos y especialistas como influencers y celebridades arrasan con estrategias vinculadas a la lactancia, los límites, el apego, las crisis. Difunden soluciones que abren el diálogo a alternativas que muchas usuarias agradecen. Sin embargo, estas tribus digitales que a veces acompañan, al mismo tiempo pueden avasallar.
De hecho, el 48% de las madres y padres encuestados señaló al respecto que las redes sociales e influencers de crianza generan presión acerca del amamantamiento especialmente. Puntualmente, 7 de cada 10 de las mamás argentinas (de bebés de menos de 9 meses) se sintió juzgada por la decisión elegida en torno a la alimentación para su bebé. Según confiaron, la principal fuente de presión proviene de las mujeres que componen su círculo social más cercano (madre, suegra, hermanas, cuñadas, etc.). Esta precisión escala aún más entre mamás jóvenes, menores de 36 años (76%). Y el 81% de las madres de la misma muestra, considera que en nuestra sociedad no está bien visto hablar de las dificultades o quejarse del cansancio o exigencias que implica la lactancia.
Del muestreo de Trendsity, impulsado para conocer la evolución de las narrativas de género, se desprende además que el 76% de las madres cree que la tarea de amamantar debería ser una opción o elección de acuerdo con su disponibilidad emocional y física. La libertad de poder elegir gana terreno como deseo, entre las primerizas (81%), las mujeres que trabajan (80%), con nivel educativo alto (84%) y aquellas que alimentaron a su bebé con leche de fórmula como fuente principal (88%).
En este sentido, las prácticas de crianza basadas en información confiable, de fuentes autorizadas, resulta clave para tomar decisiones. Qué hacer si no baja la leche, cómo aliviar pezones irritados o qué tratamiento es el adecuado para la mastitis. Qué pasa si el bebé se queda con hambre o si se alterna la teta con la mamadera. Para el 85% de las madres de bebés de hasta 9 meses la tarea de amamantar muchas veces genera sobrecarga, cansancio y agotamiento, una crisis que también reconocen los padres. Entre los hombres encuestados, esta afirmación trepa al 90%.
De estas cuestiones se habla poco, o casi nada, durante los meses previos a la llegada del bebé, donde surge otro dilema: ¿Cesárea o parto natural? La disyuntiva también forma parte del ránking de la mejor madre, la que puede soportar el dolor –sin anestesia—para vivenciar la experiencia con intensidad y naturalidad.
Buscar ayuda profesional para elegir cómo gestionar el tiempo propio, el del bebé y el de la pareja se impone ante el exceso de consejos en formato de reels editados a puro filtro. El informe de Trendsity aporta un resultado que pone en blanco sobre negro la situación: Para el 93% de las mujeres encuestadas es fundamental que los profesionales de la salud concienticen sobre los desafíos relacionados con la ambivalencia emocional de las madres durante los primeros meses del bebé. Abrir esta conversación resulta tan relevante como habilitar elecciones personales y respetar las decisiones del otro sin juzgarla ni combatirla.
De cara a este 8M, la fecha que la ONU empezó a conmemorar en 1975, hay prácticas que ya están quedando atrás. Surgen nuevos formatos para repensar desde dónde, a quiénes y cómo se diseñan acciones que sean capaces de comunicar conceptos de flexibilidad y capacidad de adaptación al clima social, entre otros de los atributos que hoy se ponen en juego.
En el libro “Desmadres, de la experiencia personal a la aventura colectiva: los desafíos de maternar hoy”, de Violeta Gorodischer (Editorial Planeta), la autora define a la maternidad como “un ovillo enmarañado en el que conviven el amor, el cansancio, el arrepentimiento, la presión social y la culpa por no estar a la altura de ciertos ideales que, en pleno siglo XXI, no logramos desenredar. Aunque podemos intentarlo”, Gorodischer repasa su experiencia personal en una crónica íntima que mapea investigaciones y ensayos de autoras cuyas voces suenan fuerte en este campo.
“Aceptar el deseo de no querer dar la teta es otro cantar. Tan internalizado tenemos todas “el deber” de la lactancia, que animarse a manifestar una posición distinta es un desafío personal importante”, apunta Gorodischer. Y formula preguntas incómodas, al revelar que le daba vergüenza contar que su hija no tomaba teta de forma exclusiva o que al año ya estaba totalmente destetada. “Pero ese sentimiento, a su vez, me generaba enojo: ¿a quién le estaba rindiendo cuentas? ¿Qué eran todas esas voces que me acosaban? ¿Por qué no me dejaban disfrutar tranquila de una maternidad que me había resultado tan difícil y tan deseada?
Sucede que, más allá de sus beneficios, la teta se transformó en una suerte de vara moral con la que muchas de nosotras nos juzgamos como madres. Una primera hipótesis impulsa a pensar que esto ocurre porque la lactancia materna es, al mismo tiempo, un hecho biológico y uno cultural, un acto lleno de significados superpuestos. Y uno de ellos es el que asocia lactancia con amor maternal. El que deposita en el acto de amamantar la base de un vínculo indisoluble entre una mujer y su bebé”, dice Gorodischer en Desmadres.
Estas fechas que invitan a la reflexión, también ratifican la vocación de acompañar el cambio cultural desde discursos que ayuden a transitar la evolución, buscando voces cuyo propósito sea el de equiparar las oportunidades y los derechos. Con pronóstico incierto y en un mundo alterado, el contexto cuesta arriba requiere que las mujeres argentinas entrenen sus habilidades de malabaristas para sostener el empoderamiento, criar hijos, disfrutar de la pareja, ser amiga, hermana, hija o abuela. Entre mandatos ajenos y exigencias propias se diluye el auténtico deseo, ese GPS personal que asume caminos propios.
Poner en “teta” de juicio el recorrido no es más que frenar una decisión. La decisión de elegir, divino tesoro.