Claves para elegir un destino en un tiempo donde el miedo pandémico condiciona, aunque ya no prevalece como para posponer el deseo de volver a viajar.
DIMMENSION por Mariela Mociulsky
Crisis de escala planetaria como la Primera y Segunda Guerra Mundial y el crack del ’29, entre otras, han tenido siempre una consecuencia: el resurgimiento del deseo de recuperar el tiempo perdido, de salir de casa, de andar por el mundo, de hacer concesiones y volver a placeres postergados.
Este estado de ebullición que se está dando se espera que aumente en la Argentina y en el mundo post COVID-19. (Según Google, las búsquedas que incluyen la palabra “viajar” han llegado a su punto más alto de los últimos dos años, con un crecimiento del 90% vs octubre de 2020.)
En ese mar de oportunidades buscará pescar la industria turística, que a su vez, debe aprovechar cualquier punto de contacto con el potencial cliente (omnicanalidad en su mejor expresión). La demanda para los actores del sector gana potencia con la generalización de las vacunas, el levantamiento de las restricciones y la apuesta de pasar de la pandemia a la endemia.
Está claro que la medible reactivación llega con cambios de la mano de tendencias que se van consolidando. Aprovechar el momento y las oportunidades motiva sobremanera a los viajeros. Las promociones, los descuentos y la financiación se convierten en incentivos esenciales. La iniciativa Previaje ha sido una demostración clara de esto, impulsando no solo a la industria sino a la economía del país. La planificación y las decisiones pasan por otros meridianos, detectados en estudios de seguimiento de tendencias en la industria turística, realizados durante todo el 2021.
Como definimos en el laboratorio de tendencias de nuestra consultora, prevalece la búsqueda del “bien estar”. Una parte mayoritaria de las personas desea dejar de lado el traje de “homo hogareño” y salir en búsqueda de experiencias, pero sin arriesgar el estado saludable. Una condición que no abarca sólo lo físico. Incluye el aspecto cultural, intelectual, lo espiritual. Los encuentros, las vivencias deben reconfortar, enriquecer, despertar nuevos intereses.
El neoturista
Se consolida el escenario de fronteras porosas. Los límites se ensanchan. Trabajo/descanso, adentro/afuera, público/privado, masculino/femenino son dimensiones en transformación. Se flexibilizan y hacen factible el advenimiento de alternativas que tomen en cuenta estas transformaciones. El turismo con perspectiva de género conforma una tendencia en auge, tanto como compatibilizar la oferta turística con la diversidad y la inclusión en los sentidos más amplios.
Observamos un neoturista, más exigente, menos paciente, inéditamente sofisticado. La crisis del COVID-19 y la introspección pandémica consecuente caló hondo en las personas, transformó expectativas, movilizó cambios. En socorro de la industria, la tecnología aportó herramientas ya indispensables para desenmascarar al cliente, informarse de gustos y apetencias, corregir prácticas que provocan rechazo.
Una clara lectura de los aportes de bigdata, el blockchain, la inteligencia artificial posibilita la empatía con el potencial viajero, establecer una sintonía fina, que redundará en inversiones y servicios que mejorarán la rentabilidad.
En el volumen de información proporcionado al turista ha cobrado relevancia las actividades que se pueden hacer en un destino, no sólo aquello que se puede ver. Esto muchas veces deviene en estadías más largas si existen las condiciones ideales de conectividad. Otra directriz del turismo pospandemia: privilegiar la combinación de trabajo y disfrute. Work + Vacation es un concepto prevalente en los nómades digitales.
Al mismo tiempo, la preocupación por tomar en consideración las demandas medio ambientales, que ya atraviesan a distintas generaciones, y no deben ser desoídas por la industria. Se trata de cuidar la naturaleza y las comunidades desarrolladas en torno a un determinado destino.
Las escapadas son la regla general. (Un sondeo de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa permitió cuantificar el movimiento de los excursionistas, aquellos que se movilizan por períodos de un día o parte de una jornada, en destinos cercanos a sus hogares. Este verano, 21,1 millones de personas aplicaron a este segmento, impactando con un gasto total de $33.070 millones).
Se verifica una renovada necesidad de una mayor y mejor conexión con la naturaleza. La revalorización del contacto con lo natural como fuente de renovación espiritual y de energía para enfrentar una vida laboral con desafíos desbordantes desemboca, asimismo, en una búsqueda por compatibilizar descanso, aventura y deporte. Hay mucha energía contenida que precisa ser descargada y el tridente recién mencionado resulta el antídoto perfecto para la ansiedad post COVID-19 y el estrés.
El turismo aventura se consolida en diversas propuestas, pero entre las más originales se encuentra el desarrollo del glamping. Una modalidad consistente en acampar en domos transparentes en estrecho contacto con la naturaleza. En las Salinas Grandes de Jujuy, en el Parque Nacional Los Alerces, en Villa La Angostura, en Capilla del Monte, en el Delta, por ejemplo.
También en destinos internacionales, como la Isla de Vancouver en Canadá, en Venecia, en la reserva natural de Al Wadi de los Emiratos Arabes. Tal vez todas las tendencias enumeradas se sinteticen en un concepto común a todas las industrias: customer experience. Poner al viajero en el centro de la estrategia. Ir más allá de las encuestas de satisfacción. Hacer una radiografía de perfiles de viajeros, anticiparse a las demandas, diseñar la oferta a la medida del neoturista y corregirla con la celeridad que requiere una industria íntimamente conectada con el ánimo singular de cada ser humano.
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