iPROFESIONAL por Mariela Mociulsky
La clase media se caracterizó siempre en nuestro país por tener una ambición poderosa de lograr la tan mentada “movilidad social ascendente” es decir, lograr que cada generación supere a la anterior en su calidad de vida gracias a la educación, al esfuerzo y al ahorro.
En muchos casos, una gesta casi “heroica” de padres o abuelos, que “vinieron con una mano adelante y otra atrás” y lograron que sus hijos pudieran educarse y progresar. De la mano del emprendedurismo, las profesiones liberales, del empleo privado (y más tarde también del empleo estatal), pertenecer la clase media ha sido el destino buscado que configura una identidad y auto percepción muy valorada.
Este objetivo y sueño al mismo tiempo, fue cristalizándose a partir de un medio que representa valores legítimos y dignificantes: el trabajo duro y el esfuerzo, la capacidad de resignar en el presente en pos de un futuro mejor. Ahorrar y progresar, los garantes de la posibilidad de ascenso social, de tener una vida que les permita acceder a bienes como la casa propia, el auto, vacaciones, y algunos “gustitos”.
Desde una visión simbólica, el “pertenecer” a la clase media, fue además siempre un reaseguro que permitiría sobrellevar las crisis económicas locales o globales, los ajustes según los gobiernos de turno, las ciclo crisis, devaluaciones, etc., no sin impactar en el humor social, pero garantizando la “no caída” en la pirámide social, por tener acumulado capital cultural como un diferencial de clase y de herramientas para poder atravesar momentos críticos.
La clase media se asoció́ así a la representación que la sociedad argentina se hizo de sí misma como progresista y móvil, una sociedad de clase media por excelencia. Así, la pertenencia de clase y la movilidad individual y colectiva, se ligó fuertemente a la identidad social argentina, haciendo que cada generación imaginara a la siguiente en un estadio mejor.
Historia de la clase media
Gino Germani, en La estructura social de la Argentina, mostró el acelerado crecimiento de la clase media desde finales del siglo XIX, durante la vigencia del modelo agro-exportador, tiempo en el que los sectores medios de la sociedad aumentaron a un ritmo sin precedente y pasaron del 10% en 1869 al 30% de la población en 1914, es decir, se triplicaron en un lapso de 45 años.
En menos de una generación, surgió un amplio estrato medio que debió reclutar a sus miembros entre los sectores populares, tanto urbanos como rurales, al tiempo que la movilidad social debió́ ser no solo de carácter intergeneracional sino también intrageneracional. Se trató del período de mayor intensidad en la movilidad social y del tránsito entre clases.
Las clases medias, en su gran mayoría urbanas e ilustradas generaron el movimiento de la reforma universitaria en 1918, contribuyeron al ascenso y derrocamiento de Hipólito Irigoyen en 1930 y cuestionaron la legitimidad de los gobiernos surgidos del golpe militar.
Para estos años, antes de la gran crisis mundial de los años 30, Argentina era considerada la sexta potencia en el mundo.
En la década de 1940 casi no había analfabetos y la población universitaria era de las más altas del mundo. Ocupaba el sexto lugar en la escala de ingreso real per cápita y el tercero en la de productividad.
La mayor movilidad social, se realizaba sobre todo a través de alguna categoría de los sectores dependientes o de las profesiones liberales. La educación, la inversión productiva y el boom agropecuario modelaron una sociedad de gran movilidad social y expectativas crecientes de progreso.
Hacia 1970, el 40% intermedio percibía el 36,1% del ingreso, el 40% más pobre, el 16.5% y el 20% más rico se apropiaba del 47,4%, lo que la situaba en un moderado nivel de desigualdad distributiva, sobre todo comparada con el resto de la región.
Ahora bien, durante la segunda mitad del siglo pasado, el estancamiento económico prolongado con breves períodos de crecimiento modificaron las representaciones de la sociedad sobre sí misma y los comportamientos políticos tanto individuales como colectivos de las clases medias.
Los cambios que trae el siglo XX
A partir de la 2da mitad del siglo XX, las oportunidades de ascenso social de las clases medias han estado asociadas a los vaivenes de la economía. Su humor varió de acuerdo con los cimbronazos– el humor de las clases medias en Argentina, como en Estados Unidos, tiene un papel decisivo en la formación de la opinión pública- y su comportamiento político osciló acompañando esas vicisitudes, ya sea hacia la derecha o bien hacia la izquierda del espectro político partidario.
Durante el período de la dictadura militar, y como consecuencia de la desarticulación del Estado y el endeudamiento del país, la economía se descalabró y la sociedad vio afectada la capacidad de integración causando una movilidad descendente en los años 80.
Aun así, antes de la década de 1990, la estructura social de Argentina mostraba un predominio de las clases medias que abarcaba al 75% de la población y en su interior, las diferencias de ingreso y educación no eran suficientes para determinar estilos de vida muy diferentes. La obtención de la casa propia, el auto y las vacaciones anuales, parecían todavía un sueño posible. Además, casi 4 de cada 5 argentinos, se autopercibía perteneciente a esta clase.
Los pobres estructurales y los “nuevos pobres”
El proceso de empobrecimiento sufrido por la gran mayoría de la sociedad argentina a partir de la profundidad y persistencia de la crisis iniciada a mediados de la década de 1970 llevó a integrantes de las clases medias a engrosar las filas de la pobreza.
Según datos del Banco Mundial, el crecimiento promedio del Producto Bruto Interno per-capita de la Argentina para el período 1950/2000 fue del 1,1% anual. En América Latina solamente Bolivia y Venezuela crecieron a tasas inferiores. En cambio, México, Brasil y Chile duplicaron esa tasa de crecimiento.
Los “nuevos pobres” empezaron a compartir con los pobres estructurales los bajos niveles de ingreso, el subempleo o el trabajo informal, y por tanto, menores posibilidades de consumo y acceso al bienestar. Si bien mantuvieron importantes activos sociales, humanos y culturales comparables con los grupos de mayor nivel socioeconómico y propios de la clase media tradicional.
Durante la década de los 90 se produjeron reformas económicas implementadas en el contexto de los cambios de la economía mundial. Esta situación llevó a que aumentaran la pobreza, la precariedad laboral y las tasas de desempleo que profundizaron la transformación del paisaje social de la Argentina. Se incrementó la heterogeneidad cultural de los estratos medios, alterando las relaciones entre las clases sociales, las representaciones que la sociedad tenía de sí misma y los comportamientos colectivos e individuales.
Asimismo, un elemento fundamental para la estabilidad de las clases medias, es la universalidad de los servicios públicos básicos: el acceso universal a sistemas sanitarios y educativos de calidad, y a un sistema de previsión y pensiones sostenible. Esto supone uno de los principales mecanismos para conseguir que el gasto público contribuya a reducir la desigualdad de la renta. Sin embargo, un deterioro creciente ha generado la apertura de una brecha dentro de la misma clase media.
Las clases medias más acomodadas o competitivas se autoperciben soportes, con su renta y con su gasto, de gran parte de los servicios públicos mientras que luego recurren al sector privado para acceder a servicios considerados de mayor calidad y comodidad tanto en la educación como en la salud.
Al mismo tiempo, las clases medias más vulnerables, no logran acceder a los beneficios de políticas focalizadas en los más pobres, sumado al aumento del desempleo y del costo de vida, el imaginario del “trabajo para toda la vida” que daba garantías de pertenencia, quedó obsoleto. Paulatinamente, los modelos de trabajo se han ido reemplazando por un nuevo paradigma de productividad y competitividad producto de la globalización y digitalización.
La fragmentación de la clase media
La clase media se fragmentó entre un estrato asociado a los nuevos y viejos servicios que gozaban de las ventajas de la internacionalización y estaban en condiciones de competir en el mercado, y por otro lado, una extendida clase media que pagó su falta de oportunidad con desempleo o con empleo de baja calidad. El factor de mayor incidencia en la movilidad descendente de los estratos poco competitivos fue el aumento del desempleo como consecuencia de la caída de la industria y el cierre de establecimientos. La imagen de la sociedad se polarizó. Los estratos competitivos formaron parte de “los de arriba” mientras que la clase media baja y los nuevos pobres expulsados de su seno integraron el heterogéneo conjunto de “los de abajo”. La clase media quedó escindida en por lo menos dos estratos claramente diferenciados.
La salida de la convertibilidad, a fines de diciembre de 2001, potenció el caos y la depresión económica. Con el sistema bancario paralizado y sin perspectivas claras de una posible ayuda internacional, el PBI se contrajo 16% en el primer semestre de 2002. La tasa de desempleo alcanzó uno de sus niveles más altos con un porcentaje cercano al 25%. Alrededor de 5 millones de personas cayeron en la pobreza entre octubre de 2001 y junio de 2002.
En una investigación realizada por el antropólogo Sergio Visacovsky, entre 2004 y 2007, los integrantes de la clase media que perdieron sus ahorros por el “corralito”, expresaron que dichos ahorros estaban destinados a seguir accediendo a la escuela y la salud privada, lo público aparecía como aquel espacio donde tienen que acudir “los que no tienen nada”.
Podríamos decir que la volatilidad económica cuestiona el imaginario de la movilidad que era constitutivo de la imagen clásica de la clase media. El “sujeto clase media” perdió –en gran medida- contornos y prestigios. Se vio difuminada por la fragmentación social asociada a un nuevo patrón de modernización y a la falta de oportunidades.
La post-pandemia
En este nuevo contexto crítico profundizado además por los 3 años de pandemia, la clase media argentina muestra hoy una categoría abarcativa donde se van ampliando las brechas y grietas.
Segmentos que se incluían en lo que hoy definimos como clase media alta, no lograron mantener los consumos que le aseguraban su status, no pudieron recuperar ese status y pasaron a ser una clase media baja, que hoy es la mayoritaria.
Más allá de su capacidad innata de tolerar crisis, hacer ajustes, etc., la realidad actual que sumada a la incertidumbre de la revolución digital, el temor a la obsolescencia y a no poder incluirse en los trabajos del futuro, empieza a mostrar límites.
Según el INDEC, el valor de la Canasta Básica Total para un hogar de cuatro integrantes estaba en $104.216,80, decir, el valor que se requiere para no ser considerado pobre. Sin embargo, existiría un 17% que pertenece a la clase media alta con ingresos promedio por hogar de $300.000 y un piso de $250.000; y un 28% con ingresos promedio de $150.000 y un piso de $120.000, es decir, clase media baja escapando apenas de la pobreza.
La aceleración de la tasa de inflación continúa pues desplazando a la población desde la clase media a estratos inferiores. Y más aún en un contexto de desaceleración económica. Si bien los ajustes en los salarios se están realizando con una cierta frecuencia, la fuerte velocidad que alcanza la inflación ocasiona que el poder adquisitivo pierda espacio de forma permanente.
Sin un horizonte que mejore las expectativas, empieza a percibirse una falta de rumbo o de futuro, ya sea porque condena al empobrecimiento a los estratos más bajos, o porque acota el horizonte de movilidad que se ha perseguido y conseguido.
Inestabilidad y conflictos que golpean a la clase media
La desaparición de la sociedad móvil e integradora, la pobreza de los ingresos y la desocupación pasaron a ser los rasgos que definen a una gran parte de la sociedad argentina, y la incertidumbre sobre el futuro afecta a los proyectos individuales y colectivos del arquetipo de clase media que nos definía como sociedad.
El Estudio de Expectativas de los argentinos realizado que realizamos en la consultora Trendsity en julio de este año de 1.000 casos a nivel nacional, permite conocer el estado de ánimo de los argentinos: se manifiestan cansados, preocupados, angustiados, ansiosos, con mayor resignación y desgano.
El mismo estudio revela que casi la mitad de la población cree que alguien de su familia o de su círculo de conocidos (amigos, colaboradores, jefes, o familiares) podría dejar el país en búsqueda de nuevas oportunidades: especialmente entre jóvenes de NSE medio alto.
La población argentina tiene en gran parte, ascendencia europea, por lo que el consulado de Italia en el país, por ejemplo, refiere una ola de solicitudes por este aspiracional puntual: “Tener la ciudadanía”. No es una cuestión cultural, es un termómetro social muy marcado en los que tienen entre 20 y 35 años.
Los desafíos para la clase media
En síntesis, la clase media se asume en Argentina cada vez más como una clase media heterogénea. Una gran parte resulta casi imposible de categorizar con los valores clásicos que describía a este segmento de nivel socioeconómico. Y se encuentra hoy debatiéndose entre el ajuste, la pérdida de algunos consumos característicos, y básicamente empobrecida, donde hay que elegir qué recortar, ajustar, y tratando de gestionar la escasez en lugar de la abundancia.
Hay que tener presente que la pertenencia a una clase social, además de las condiciones objetivas, incluye la identidad subjetiva de las personas. En general, el capital cultural sobrevive a la pérdida del capital económico.
Nuestro país se ha caracterizado por tener una proporción mayor de clase media en relación a otros países de la región, con educación gratuita, con la Universidad de Buenos Aires entre las mejores del mundo, también una salud pública que atrae a personas de otros países. Otras características que han definido a la clase media es la oferta de eventos culturales gratuitos o accesibles, y el haber podido lograr durante algunas generaciones, una movilidad social ascendente que hoy está puesta en duda y en la que la clase media no quiere dejar de creer.
La salud, el trabajo, la educación, la seguridad, son las preocupaciones transversales para la clase media que pueden significar resignaciones muy dolorosas como cambiar a los hijos de colegio, resignar un plan de salud o el no poder soñar con acceder a la vivienda propia. El imaginario de clase media también encuentra en las marcas elementos que configuran su identidad y en los momentos críticos se recurre, con cierta resignación, a tácticas para cuidar el presupuesto familiar que incluyen cambios de marcas.
Si bien existe una creencia en la capacidad “de cintura” y resiliencia para resolver y resurgir después de los imprevistos y de las crisis, hoy las energías se orientan a la supervivencia y las miradas están depositadas en el día a día.
¿Pero cuál es el peor temor de estos estratos?
Su aspiración es claramente no seguir perdiendo o perder lo menos posible, por lo que es una clase que se siente hoy amenazada y que está a la defensiva. Perciben que caer en “la pobreza” es lo peor que podría pasarles.
El gran desafío de nuestros días es ver cómo este sector importante de la población puede aggiornarse para insertarse en el mundo del trabajo actual, no quedar fuera de las posibilidades de capacitación digital, ni de un sistema de salud y una vivienda de calidad. Tanto el sector público como el privado deberían tomar con responsabilidad y en forma conjunta medidas compensatorias del tiempo y las posibilidades perdidas de aquella clase media de antaño.
Para ver la nota: https://www.iprofesional.com/economia/368633-clase-media-como-se-empobrecio-en-la-argentina